Fotografia a Catalunya
Menú
×

Blog

28.12.2017 — 19:16

Confiemos en la fotografía

Maria Palau

Joan Colom Altemir, De la serie Districte 5è. Hacia 1960

Hemos perdido a Joan Colom, uno de los grandes. Dentro de 25, 50 y con toda probabilidad 100 años, ese será el recuerdo que perdurará del 2017. Todo, o casi todo, lo otro que ha sucedido este año que se acaba tiene mucho que ver con él y con su legado. Si hoy la fotografía tiene más presencia que nunca en nuestra vida cultural, es porque Colom nos enseñó a pensar sobre el medio y a quererlo. El 2017 envía un mensaje para el 2018 y para los años que vendrán: hay que seguir persistiendo en conseguir un reconocimiento pleno de la fotografía y nuestros autores.

El 2017 ha sido el año del fallecimiento de Joan Colom. Por ello, en la balanza de este año que dejamos atrás, lo primero que tenemos que poner es llanto pero, al mismo tiempo, un sentimiento de infinita gratitud hacia ese genio que nuestro país fue capaz de generar en la negra noche del franquismo. Colom, aquel hombre bajito, de voz débil y de entrañable timidez y humildad, nos ha dejado un legado inmenso que explica por sí mismo aquello que hace grande a un fotógrafo y a cualquier creador: su fuerza a la hora de transmitir conocimientos de generación en generación. Con Colom, fotógrafos y amantes de la fotografía hemos incorporado, en un espacio privilegiado de nuestro cerebro y de nuestro corazón, un pensamiento y un sentimiento fotográfico que nos ayudan a entender y a amar el mundo. Siempre lo echaremos en falta.

Y es que con Colom también hemos aprendido que, en el ámbito institucional, cuando se quiere, las cosas se hacen bien. Aquello de que «no se puede» ya no se lo cree nadie. Tenemos que persistir en esa exigencia y Colom tiene que ser el faro. El fotógrafo que humanizó el Raval ha muerto como un autor conocido y reconocido, habiendo podido ver, en el 2013, la gran exposición de su obra, en el museo canónico del arte catalán de todos los tiempos, el MNAC, y con su archivo en un lugar seguro para su conservación, estudio y difusión, en ese mismo museo.

La salvaguarda de los archivos fotográficos sigue siendo el gran reto pendiente. ¿Cuántos deben de estar enmoheciéndose en un garaje sucio y húmedo? De la vulnerabilidad de ese material nos dio una lección Joan Fontcuberta en una exposición en la galería Àngels Barcelona, que se ocupaba precisamente del proceso degenerativo de la imagen en unos tiempos en que la pérdida de su materialidad nos aleja del problema. Pero el problema existe. Y cuando se desatascan operaciones tan maravillosas como la del fondo de Pere Català Pic y de su hijo Pere Català Roca, compuesto por 15.000 imagénes que han ido a parar al Archivo Nacional de Cataluña (ANC), todos respiramos más tranquilos.  

Está claro que el mago Fontcuberta convierte en arte cualquier vestigio creativo, pero a él le debemos sobre todo el pensamiento crítico que la cultura más amable y de digestión rápida y fácil intenta hacernos olvidar. Fontcuberta camina siempre unos pasos por delante de todos. Hemos vivido un año tenso e intenso en el que la sociedad ha incorporado definitivamente a su vocabulario el concepto de fake news (noticias falsas). Excepto aquellos que tienen memoria de pez, todo el mundo recordará que hace ya tiempo que Fontcuberta viene avisando de la amenaza de la posverdad. Precisamente en el 2017, se han cumplido veinte años de su mítico proyecto sobre el astronauta soviético fantasma Ivan Istoichnikov. ¿Y qué mejor forma de celebrarlo que endosándonos otro engaño? Sí, sí, Fontcuberta lo ha vuelto a hacer, esta vez con un falso fotógrafo valenciano, Ximo Berenguer, fascinado por El Molino.

Ximo Berenguer ha resultado ser un alter ego de un Fontcuberta visionario e incansable. Para la lúcida historiadora de la fotografía Laura Terré, ese montaje también ha dejado en evidencia el «circo del descubrimiento de autores» que sobre todo se ha instalado en los medios de comunicación. La caza y captura de firmas desconocidas es golosa para llamar la atención en un titular de seis columnas, como también lo ha demostrado el caso de Milagros Caturla, a la que ya han bautizado como la Vivian Maier de Barcelona.

Pero la realidad, siempre más dura y silenciosa, es que hay muchas urgencias en el tejido fotográfico que no consiguen ni la mitad de impacto mediático. Y es en eso en lo que se debe reflexionar. El Plan Nacional de Fotografía, aprobado en el 2014, es la hoja de ruta para atender esas urgencias. Queda mucho por hacer y el sector sabe que para tirar adelante iniciativas la Administración tendrá que sentir su aliento en el cogote. No ayuda que el Ayuntamiento presente el futuro proyecto cultural para uno de los pabellones vacíos de la Feria de Barcelona y prácticamente ignore las necesidades de la fotografía. Y no deja de ser frustrante recordar que lo que un día se abordó como un museo con entidad propia pasara después a ser tratado como un centro que actualmente ha degenerado en sección de otro museo (el MNAC).

El trabajo abnegado de la comunidad de profesionales que ama la fotografía está haciendo avanzar el plan (y, ahora que no nos oye nadie, reconozcámoslo: el sector de las artes plásticas lo mira con una cierta envidia). En el 2017 hemos visto, y de hecho todavía podemos ver, algunos tesoros de la Colección Nacional de Fotografía. Desde el 2015, se han adquirido 881 obras de 45 autores, por valor de 500.000 euros. Una exquisita selección de estos fondos, dirigida por el buen criterio de Marta Dahó, cuelga de las paredes del Arts Santa Mònica. La exposición Fotografías como espacio público (hasta el 21 de enero) es una muestra positiva de que aunque todo avanza muy despacio y es complicado, nada se hace en vano.

También es cierto que unos contribuyen más que otros. El año que se acaba ha sido el de la inauguración de la nueva sede de la Fundación Foto Colectania, que ha abandonado su rinconcito escondido en un local sin historia de un bloque de pisos de una calle poco transitada del barrio de Sant Gervasi por un espacio con memoria a pie de calle del concurrido barrio del Born. Espacio donde a partir de ahora pasarán muchas cosas que pueden ayudar a que pasen muchas más. La mejor sería que estimulara el coleccionismo de fotografía, tan poco implantada todavía hoy en nuestro contexto. Algunas aventuras, como la de Barcelona Visions, han tenido que bajar la persiana precisamente por ese mercado tan reducido.

En Foto Colectania, en el 2017, hemos disfrutado de grandes exposiciones, empezando por la inaugural Total Records, sobre la relación creativa entre fotografía y vinilo musical, que se expandió al CCCB, para seguir con Weegee, que nos hizo viajar a la escena del crimen en el Nueva York de los años treinta y cuarenta del siglo pasado. En la Fundación Mapfre hubo nivel: Peter Hujar y, sobre todo, un Duane Michals imponente, aliado con la escritura. Esa institución, que despliega su programación en la Casa Garriga i Nogués, desde hace un par de temporadas, ha hecho más que muchos otros por la difusión de la fotografía, en especial la internacional.

La llegada de Carles Guerra a la dirección de la Fundación Tàpies ha comportado un giro importante en los contenidos, al convertir la imagen en materia de exposiciones y de debates sobre sus usos y abusos. Entre las mejores propuestas del 2017, tiene un lugar de honor Allan Sekula y, en el primer puesto, Susan Meiselas, la atípica fotógrafa de la agencia Magnum a la que los museos nunca habían hecho caso. En buena parte, Guerra está continuando en la Tàpies el interesante trabajo que gestó en La Virreina en su efímero periodo como director. La Virreina, aunque sigue siendo Centro de la Imagen, ha dejado de ceñirse al medio fotográfico de forma definitiva.

 

 

La pionera Joana Biarnés ha entrado en el Palau Robert, antiguo escenario de algunas de sus fotografías de moda; Ramon Masats ha vuelto a Barcelona, donde no exponía desde el 2002 (el rescate se lo debemos a la galerista Ana Mas, que en su espacio de L’Hospitalet se ha tomado muy en serio la fotografía y a nuestros autores); Colita ha recibido un sincero y divertido homenaje de sus amigos en el FAD; Martha Rosler ha paseado su talento por la galería Àngels Barcelona… Pero además de Colom también hemos perdido a Ignasi Marroyo y a Josep Aznar. Luces y sombras fotográficas de un 2017 a punto de cerrar que envía un mensaje para el 2018: confiemos en la fotografía. 

 

LEER MÁS ARTÍCULOS

Anterior
Siguiente