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28.09.2017 — 11:23

Atentos a los legados

Montse Frisach

Aixafem el feixisme. 1930. Pere Català Pic © Rafael Dalmau editor

La venta, en el 2009, del archivo Agustí Centelles al Ministerio de Cultura por parte de los hijos del fotógrafo Sergi y Octavi más  que caer como un jarro de agua fría, provocó una herida que todavía no se ha cerrado. Una herida que resultó todavía más dolorosa cuando se confirmó que el legado de uno de los fotoperiodistas más emblemáticos de la época de la Guerra Civil iría a parar precisamente al símbolo del espolio documental franquista, el Archivo de Salamanca, reconvertido en Centro Documental de la Memoria Histórica. Parecía una broma de mal gusto. En los artículos a los medios de comunicación que se publicaron profusamente por aquel entonces sobre aquella polémica e inesperada venta aparecen a menudo las expresiones provocación, deslealtad, sensación de fracaso, avaricia, juego sucio… Los responsables del departamento de Cultura, liderados por el entonces conseller Joan Manuel Tresserras, habían negociado también la compra del archivo y se quedaron literalmente con un palmo de narices cuando el ministerio, a escondidas, ofreció finalmente más dinero y más promesas de difusión a los hijos de Centelles.

Sense títol. Pere Català Pic © Rafael Dalmau editor.

Convertido en serial y escándalo periodístico fuertemente politizado, el caso Centelles tuvo un repunte en el verano del 2011, ya en época del conseller Ferran Mascarell, cuando se anunció que se estudiaría desde la comisión bilateral Estado-Generalitat un posible traspaso a la Generalitat del archivo o al menos de una parte de él. Pocos días después, Octavi Centelles escribía una carta al conseller en la que dejaba muy claro que la voluntad de los herederos era que el legado de su padre se quedara «solo» en Salamanca. Y así ha sido, a excepción de las 145 fotografías de su padre que los hermanos Centelles vendieron en el 2010 al coleccionista y mecenas Antoni Vila Casas, que el empresario cedió al Archivo Fotográfico de Barcelona. Esto fue como colocar una tirita en la herida.

El affaire Centelles es un caso desafortunado provocado por una combinación de mala fe, seguramente codicia y una serie de responsabilidades fallidas encadenadas. Pero si algo bueno aportó el caso es que abrió un debate serio sobre cómo se tenían que gestionar, repartir o conservar los legados fotográficos en Cataluña. Fue una llamada de atención que instaba a las administraciones públicas a ser más cuidadosas y vigilantes sobre este tema.

Cierto es que poco se puede hacer cuando la voluntad de los herederos de cualquier legado patrimonial es tan firme. La ley les ampara y da igual si una mayoría piensa que se han equivocado o que actúan por ignorancia, despecho, rabia, codicia o simplemente negligencia. El mundo de los traspasos patrimoniales está lleno de casos Centelles. Y es que los herederos de los artistas no tienen por qué conectar con el espíritu de los creadores, sobre todo cuando estos no han dejado por escrito sus voluntades. A pesar de ello, la Administración pública tiene el deber de velar por la conservación y difusión de los grandes legados patrimoniales porque, en última instancia, lo que sale perjudicado por una mala o inexistente política en este campo es el propio prestigio de los artistas y la ciudadanía.

El caso Centelles actuó como catalizador para acelerar la búsqueda de soluciones a la conservación del patrimonio fotográfico, una cuestión sobre la que el sector de la fotografía ya estaba bastante preocupado. Así, aumentó la toma de conciencia de todos los implicados directamente en el problema de que era necesario arremangarse para encontrar una solución consensuada: fotógrafos y herederos, técnicos en las instituciones, archivos y museos, comisarios y expertos.

[Fototècnica publicitària P. Català]. 1930. Pere Català Pic © Rafael Dalmau editor.

De entrada, en los últimos años, las buenas noticias sobre depósitos, cesiones o donaciones por parte de grandes fotógrafos y sus herederos a instituciones públicas han aumentado de manera significativa en Cataluña. Daremos solo algunos ejemplos. En el 2011, la familia de Joaquim Gomis donó el archivo del fotógrafo a la Fundación Miró de Barcelona, de cuyo museo Gomis fue el primer presidente. Poco antes, el Macba había recibido el depósito del archivo de Xavier Miserachs, mientras que el de Oriol Maspons, fallecido en el 2013, pasaba al MNAC, en depósito, por voluntad del propio fotógrafo, que no quería que «acabará en los Encantes». Recientemente, además, el museo de Montjuïc compró, gracias a la financiación de la Fundación Nando y Elsa Peretti, un conjunto de 200 fotografías de Maspons, seleccionadas del propio archivo depositado en el centro.

Tanto el Archivo Nacional de Cataluña (ANC) como el Archivo Fotográfico de Barcelona reciben de manera regular donaciones de los propios fotógrafos y de sus herederos. Los acuerdos entre fotógrafos o herederos y archivos y museos han aumentado de forma significativa.

Uno de los acuerdos más espectaculares por su dimensión y diversidad es el que ha tenido lugar recientemente entre la familia del fotógrafo vanguardista Pere Català Pic (padre de Francesc Català-Roca) y su hijo Pere Català Roca, y el departamento de Cultura de la Generalitat para que el archivo de los dos fotógrafos ingrese en el ANC en régimen de cesión en comodato. El archivo, constituido por 15.000 imágenes entre positivos y negativos, 15.000 documentos textuales y unos 15.000 libros, estaba en un piso de la calle del Pi de Barcelona, en unas condiciones que no eran las más adecuadas para un fondo de estas características. La familia, que hacía tiempo que buscaba una solución para preservar todo este inmenso legado, no ha pedido ningún beneficio económico del acuerdo ya que su voluntad es que esté a disposición de la sociedad. Sin embargo, la familia se reserva los derechos de explotación de las imágenes. El archivo tendrá que estar descrito y digitalizado en diez años.

Este tipo de acuerdos son beneficiosos para las dos partes implicadas. Por un lado, liberan a la familia del mantenimiento de los fondos, en la mayoría de los casos inasumible para los herederos, y por otro, las familias asumen el control de los derechos de las imágenes y pueden sacar un beneficio económico, algo evidentemente legítimo. Y lo mejor: se facilita que los archivos estén disponibles para los expertos y estudiosos, así como la difusión para el público general a través de libros, catálogos y exposiciones.

El Plan Nacional de Fotografía, que se inició en el 2015, además de detectar fondos no organizados y no conservados de acuerdo con los parámetros habituales, tiene entre sus acciones principales, «reconocer y fomentar las donaciones y daciones de fotografías y fondos fotográficos en Cataluña». Es decir, por primera vez, la problemática de los archivos fotográficos cuenta con un marco reglado y unos protocolos establecidos desde la Administración.

Sense títol. Pere Català Pic © Rafael Dalmau editor.

El cambio de actitud de todas las partes detectado en los últimos años sobre la necesidad de que los grandes archivos fotográficos no acaben en los Encantes, como decía Maspons, o simplemente dañados, es una noticia muy buena. De todas formas, las buenas intenciones, la coordinación –mayor o menor– de las políticas de difusión y conservación de la fotografía y una concienciación cada vez mayor sobre el tema no son suficientes. Por más que puedan existir mil planes de fotografía, si las instituciones y archivos están infradotados y no cuentan con recursos suficientes para desarrollarlos, se convertirán en papel mojado. Esta es una vieja aspiración del sector que ve como los pasos en este ámbito son siempre de hormiga.

 

Montse Frisach

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