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Humberto Rivas

1937-2009
Humberto Rivas

Biografí­a

Humberto Rivas nació en Buenos Aires en 1937. Desde 1976 hasta su fallecimiento en el 2009, vivió y trabajó como fotógrafo y pedagogo en Barcelona.

Humberto Rivas era nieto de inmigrantes italianos y portugueses (aprendió la lengua lusitana de su abuela portuguesa, lavandera de profesión) e hijo de obreros textiles, oficio que él mismo practicó a los trece años, mientras que durante los fines de semana se entrenaba con su padre para ser ciclista de circuito. Con diecisiete años, inició un curso de dibujo por correspondencia y vendió la bicicleta de carreras para comprar un caballete de pintor. Un año después, entró a trabajar como aprendiz en una agencia de publicidad y se pudo comprar la primera cámara fotográfica, una Argus de 35 mm con óptica fija. En 1959, compró la Rolleiflex 6x6 que le permitió encarar retos mayores.

En 1958, realizó su primera exposición de dibujos y pinturas en la Galería Lirolay y al año siguiente la primera muestra de fotografías en la Galería Galatea. En 1962, el diseñador y escultor Juan Carlos Distéfano, por aquel entonces director del departamento de Diseño del Instituto Torcuato Di Tella de Buenos Aires, lo invitó a dirigir el departamento de Fotografía del legendario centro de arte contemporáneo. A lo largo de los años sesenta y setenta, muchas de las personalidades creativas de la Argentina desfilaron por ese centro y fueron captadas por la cámara implacable de Rivas, influenciada en aquel momento por Richard Avedon y Diane Arbus.

Ejemplos de ese periodo son los retratos del artista argentino Roberto Aizenberg, realizados en 1967 en un vertedero de basuras en Buenos Aires y un retrato de Jorge Luis Borges de 1972. Juan Carlos Distéfano, Roberto Páez, Rubén Fontana, La Polaca y el Grupo Lobo son otros personajes destacados del ámbito cultural de Buenos Aires retratados por Rivas en aquellos años.

Ese entrenamiento permitió a Rivas desarrollar su propia estética, orientada a descubrir la vertiente oculta de la persona retratada. Más adelante empezó a introducir en su obra el misterio de las identidades y la poética del silencio y de la ausencia. La estrecha amistad que durante aquellos años y hasta su muerte mantuvo con el fotógrafo Anatole Saderman, al que consideraba su maestro, fue transcendental en su evolución como fotógrafo.

Rivas sentía pasión por el cine, en especial por el director Ingmar Bergman, y admiraba por su tratamiento de la luz a Sven Nykvist, iluminador de las películas del director sueco.

Durante 1974, realizó por segunda vez un recorrido por el norte de la Argentina. Fruto de ese viaje es la carpeta titulada Norte, que contiene fotografías de personas y paisajes de Tucumán, Salta y Jujuy. En ese trabajo empiezan a apuntar los temas y las maneras de hacer que desarrolló a lo largo de su carrera.

En 1976, cuando se produjo el golpe militar en la Argentina y se implantó el terrorismo de Estado, Rivas, que no toleraba la violencia, se trasladó a Barcelona con su familia gracias al apoyo del artista América Sánchez que ya residía en dicha ciudad. Su llegada de Buenos Aires, en febrero de 1976, fue significativa para el entorno cultural de la Ciudad Condal, y el impacto que causó su obra aglutinó a todos los que deseaban poner en valor la fotografía creativa, que en aquellos momentos se encontraba en una situación de marginalidad respecto a otras disciplinas artísticas. En 1982, participó activamente en el lanzamiento de la primera edición de la Primavera Fotográfica de Barcelona, un acontecimiento pionero en España que renovó los conceptos y los parámetros del arte contemporáneo, situando la fotografía a la cabeza del mismo.

La labor creativa de Rivas corrió en paralelo a la pedagógica. Entró en contacto con las nuevas generaciones de jóvenes fotógrafos que sentían el estímulo que les brindaba su obra y su experiencia, y a su alrededor surgieron grupos dinámicos y creativos que encontraron en él un espíritu receptivo y estricto y que lo consideraban un maestro de la fotografía pura. Rivas siguió trabajando como retratista en Barcelona y recibió el encargo de fotografiar a personalidades relevantes de Cataluña, como Joan Miró, Josep Tarradellas, Frederica Montseny, Charlie Rivel, J. V. Foix, Salvador Espriu, Joan Brossa y Antoni Tàpies.

Humberto Rivas vivía el retrato como un desafío. Para él, suponía el reto de conseguir plasmar su propia visión, traspasando la imagen estereotipada con la que el modelo se presentaba en su estudio. Paralelamente, y cada vez con mayor intensidad, exploró el tema del paisaje, sobre todo urbano, y durante los años setenta y ochenta enunció una poética intensa del paso del tiempo y del tratamiento de la luz que, sumada a la precisión técnica necesaria, convirtieron sus paisajes en iconos del arte contemporáneo.

También trató otros temas, como la naturaleza muerta de flores marchitas o de objetos aislados, abandonados en el espacio o el tiempo. El tratamiento de esas imágenes refleja su admiración por la pintura de Rembrandt y Durero, así como por los bodegones de Francisco de Zurbarán.

En 1994, el festival fotográfico de Arles lo invita a realizar un audiovisual sobre Jorge Luis Borges en el que Rivas interpreta al escritor a través de cien diapositivas, algunas de ellas realizadas en el cementerio de la Recoleta de Buenos Aires. En su madurez profundiza en la obra del poeta Fernando Pessoa y toma como eje de su pensamiento creativo su poesía y el Libro del desasosiego. También destaca su admiración por la obra de Marcel Proust En busca del tiempo perdido.

Desde joven le había llamado la atención el espíritu de la Guerra Civil Española y, en 1999, expresó de forma creativa ese interés, en las imágenes que realizó de las huellas dejadas por la contienda bélica. En Huellas de la Guerra Civil española, el artista nos muestra las señales de un tiempo pasado que se registran en el presente, documentando su repercusión en aquello que nos rodea. De esa forma, consigue transmitir lo invisible con sutilidad, nos habla en silencio a través de rostros, muros, casas, paisajes que, a pesar de haber sobrevivido a la tragedia que hoy parece lejana, todavía conservan vestigios de dolor y constituyen una parte de la historia muda de España. Belchite, Corbera de Ebro, Figueres y Lleida son algunos de los escenarios de las fotografías.

En su texto de presentación de esa serie, titulado «Huellas que nos miran», escribe la filósofa Nelly Schnaith: «Mucho se ha dicho sobre las estrechas relaciones que la fotografía mantiene con la muerte. El clic de la cámara ejecuta porque inmoviliza las coordenadas mismas de la vida, el devenir en el tiempo y el espacio. Las fotos de esta muestra cuyo tema es la propia muerte producen, extrañamente, el efecto contrario: al dar muerte a la muerte dan vida a lo muerto. Esas imágenes que son a medias testimonio y documento crean también una escena de ficción, iluminan un espacio imaginario que aumenta la veracidad del documento y lo preserva para el porvenir, cuando la memoria de esos seres modestos, de esos paisajes pobres y despojados no tenga ya ni siquiera el apoyo material de sus huellas. Cuando la historia y el delirio urbanístico los hayan borrado de hecho, sin restos ni huellas, las fotos de Rivas nos mirarán por ellos demostrando lo que, sin saber, debían presentir en su fuero íntimo: nuestra memoria es más importante y de más largo aliento que nosotros». Esas fotografías inciden directamente en la conciencia de los espectadores con la intención de que tengamos en cuenta el sufrimiento que generan esta y todas las guerras. Esta obra, de contenido ético y crítico, es un testimonio antibélico y una denuncia de la violencia en general; la serie completa comprende 56 fotografías. Humberto Rivas, conocedor de la historia del arte, era un gran admirador de Goya y de sus Desastres de la guerra.
Su trayectoria artística fue mostrada en una exposición antológica en el 2006 en el Museo Nacional de Arte de Cataluña de Barcelona.
En sus últimas fotografías, realizadas entre el 2000 y el 2005, Humberto Rivas acentuaba los matices del negro y demostraba su dominio del claroscuro en obras muy esenciales. El artista concluyó su actividad como fotógrafo con trabajos en que lo primordial y lo sutil establecen un diálogo. Algunas de estas imágenes están reproducidas en el catálogo Iluminar, su última muestra individual celebrada en el 2008.
Su obra figura en importantes colecciones nacionales e internacionales y se han publicado numerosos libros sobre su trabajo.
En 1997, el Ayuntamiento de Barcelona le concedió el Premio de Artes Plásticas Ciudad de Barcelona. En 1998, obtuvo el Premio Nacional de Fotografía, otorgado por el Ministerio de Cultura español. En 1999, recibió en Argentina el Premio Konex. En el 2009, el Ayuntamiento de Barcelona le otorgó la Medalla de Oro al Mérito Artístico. Murió el 6 de noviembre de 2009 en Barcelona.

 

Font: www.humbertorivas.com

Fotografia: Anatole Saderman